lorena jueves, 29 de octubre de 2009

No importa cuánto duerma o deje de dormir durante la noche y el día que le sucede, siempre siempre siempre que yo decida invertir mi noche temprana en echarme en el sofá a ver el prime time de los canales que más me fríen el cerebro (y que más veo), yo me quedaré dormida, inevitablemente, no importa cuánto me diga "no te duermas, hoy no, porque luego te quedas despierta hasta las 6 de la mañana"; es como si me anestesiaran, y caigo inconciente generalmente por un plazo de una hora. Llevo MESES sin poder terminar de ver un capítulo de Two and a Half Men!

Creo que ya superé la cuestión del insomnio, hoy no me he dormido simplemente porque me desperté hace menos de dos horas. Decidí que no voy a leer porque eso inevitablemente me desvelaría, y eso generalmente no es inconveniente para mí (sobre mis condiciones laborales se hablará en otra ocasión) pero como mañana sí debo levantarme temprano, me conviene aburrirme a mí misma con mis palabras y desocuparme el cerebro de verborrea para ver si logro conciliar el sueño.

Terminé el libro Conversaciones con Al Pacino, de Larry Grobel. Brillante. Obviamente no es la pieza literaria del siglo XXI, tampoco lo pretende, es un libro de entrevistas... Pero que yo, que no sé mucho de la materia, considero que es una joya del periodismo y, también, de los curiosos del cine. Es un libro fácil, pero especialmente, divertido e interesante. Leer a Al Pacino hablar, sobre todo conversar con un periodista que sabe hacer preguntas desde su oficio, y desde su rol de amigo íntimo de Pacino, abre las puertas, a uno como lector, a un conocimiento y reconocimiento del personaje, en que la intimidad no es sólo y no tanto por los detalles personales de la vida del sujeto, sino porque -al ser un hombre de las palabras- su forma de hablar, de expresarse, incluso de evadir respuestas, a ratos hace sentir que es uno el que conversa con él, el que lleva años conociéndolo, el que ya se sabe de memoria sus salidas irónicas y, sobre todo, el que descubre con el tiempo una sencillez humana contrapuesta a una densidad intelectual que, además, mal se compara con su abrumadora inteligencia. Al Pacino es un hombre, sobre todas las cosas, inteligente; o esa es la impresión que me queda a mí tras cerrar el libro, con ganas de más, obviamente.

Pasando a las reflexiones sobre una noche tan linda como esta... Milagros Socorro nos recomienda que siempre tengamos a la mano aquellos escritores que nos... ¿inspiran? La verdad no recuerdo cuál es la palabra que ella usa, pero se refiere a aquellos que cuando los leemos, nos entran ganas de escribir, despiertan en nosotros ese algo que debería ser más entrenamiento y disciplina que otra cosa, pero de la que los wannabes aún somewhat dependemos. Los míos son, evidentemente, Cortázar (absolutamente comprensible y esperado), y Borges (eso sí que lo entiendo menos, no menos de lo que entiendo lo que él escribe, pero su imaginación abrumadora me mueve el cerebro, así sea para sentirme bruta). Por eso es que no he logrado avanzar demasiado con Papeles Inesperados -cortesía de Adri :)-, porque durante el día no me da demasiado chance de leer, y en las noches ahora debo tener a la mano aquellos escritores que me den sueño.

Creo que colocaré en la mesa de noche los cuadernos de Estadística de la universidad.

lorena miércoles, 28 de octubre de 2009

AMO
AMO
AMO
a Frank Baiz Quevedo.

Y no lo conozco.

Leer sus artículos me devuelve las ganas de estudiar, no por el mero hecho de estar sentada en un salón de clase fregando la paciencia con mis amiguitos, sino por aprender cosas interesantes de alguien que sabe, mucho.

Su blog y La Página del Guión son altamente recomendables para cualquiera que le interese el cine, aquí en Venezuela, y en cualquier país hispanohablante.

Es que además es venezolano. Qué maravilla.

lorena lunes, 26 de octubre de 2009

A veces me siento culpable por no utilizar este espacio para hablar de las cosas importantes de la vida, como hacen los escritores u otras personas con mucho raciocinio que simplemente se preocupan más de esas materias y de su difusión. Pero pienso que si un tema es suficientemente denso y relevante como para ser una de las cosas importantes de la vida, yo seré absolutamente incapaz de emitir un juicio coherente sobre él.

Lo peor es que ni siquiera uso este espacio para hablar de las cosas importantes para mí. Es más bien como un receptorio de cierta porción de la basura que pulula en mis pensamientos y que no me permite del todo concentrarme en la cosa, no importante, pero al menos que requiera mi atención, que esté haciendo en el momento.

A veces siento que mi concentración es como una cucaracha muerta, algo no muy grande ni muy pesado, que es inevitablemente arrastrado hacia otro lugar por una camada de pensamientos pequeñitos.

Máster y hámster son palabras casi iguales, ¿no?

Creo que volveré a escribir críticas de cine. No que valgan mucho, pero al menos es un tema concreto en el que puedo ejercitar eso de enfocar de concentración.

PS: I love you. Jajajaja, chiste tonto. ... PS: Sigo insomne. Y MUERO de ganas de seguir viendo The Big Bang Theory.

lorena viernes, 23 de octubre de 2009

Estoy tomando té. Esto va casi en contra de mi religión. El alimento prohibido es el vegetal, y estoy segura que de haber una bebida prohibida sería el té.

Es tilo, además. Fui a la cocina buscando una cajita que hay siempre de uno que se llama "Dulces Sueños" (es que hay que ver qué nombre tan cursi para algo que pretenden que uno ingiera), pero sólo había el de Digestión Natural, tilo y manzanilla (puaj).

Podría disertar horas sobre mi aversión a la manzanilla, pero me conformaré con decir que cierta enfermería escolar y su medicina experimental que postula que cualquier enfermedad, incluyendo las psiquiátricas, y cualquier tipo de lesión desde raspaduras hasta fractura de cráneo, se curan bebiendo manzanilla, fueron suficientes para traumatizarme de por vida.

Así que escogí el tilo, porque ¿ayuda a relajarse? No tengo mucha experiencia en este asunto de las hierbas y sus funciones, como es evidente.

Ahora que lo pienso, en realidad podría disertar sobre prácticamente cualquier cosa, dado que estoy elocuente, producto de la falta de sueño.

Ah, tengo insomnio otra vez. Por eso es que fui en busca de té. Al menos no quedó por mí y yo intenté dormir. Pero claro, estoy acá, pseudo-escribiendo, pensando en mis traumáticos días de colegio, y bebiendo té.

¿Será que ahora seré una prolífica blogger insomne?
YAY, tendré ojeras y mal humor crónico como los escritores de verdad verdad.

Extraño mis días de narcolepsia..... .... ... .. . . .

lorena jueves, 22 de octubre de 2009

Este insomnio me pone elocuente. Nada, quería probar cómo se veían varios post cortos del mismo día en el look general del blog. Así como cuando le boicoteo el Wall de Facebook a la gente. *grins*

Sí, también es para que se abulte el número de post al mes y así tenga autoridad para decirle a Shany que estoy esforzándome para revivir el blog (y quizá eso me mantenga suficientemente ocupada como para no poder ayudarla en sus trabajos del postgrado, sino sólo para ir al cine o ver The Big Bang Theory). tENGO QUE DEJAR DE ESCRIBIR ORACIONES DENTRO DE ORACIONES ASÍ. Y tener más cuidado con el CAPS.

¡Los quiero! :)

lorena

DIOXXXXXXX, HOY (BUENO, AYER) VI UNA PELÍCULA EN EL CINE Y ME MUERO POR COMENTARLA SI NO ME SINTIERA TAN CULPABLE DE ECHARLE TIERRA A LA INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA DE MI PROPIO PAÍS.

Nada, creo que quizá es *eso* que vi lo que no me ha dejado dormir, ahora que lo pienso.

lorena

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No, en realidad no hay un punto. Sólo quería desahogarme y expresar mi incomprensión y la sensación de absurdo existencialista que me embarga cuando comienzo a quejarme de que los pajaritos no me dejan dormir, me pregunto entonces "¿qué clase de pajarito es ese que chilla a estas horas de la madrugada?", y entonces me doy cuenta de que son las 5.30 de la mañana, que no he dormido ni un minuto, que me tengo que parar en máximo tres horas y de pronto me carcome enfermamente la necesidad de meterme en internet a consultar un dato irrelevante sobre la vida de Al Pacino.


Ah, estoy leyendo un libro muy interesante sobre Al Pacino. No, no en este instante. En general, es como "el libro que estoy leyendo en este momento de mi vida". En este instante simplemente estoy desvelada, pues, y pensando en Al Pacino.

lorena lunes, 12 de octubre de 2009

Con respecto a aquel día en que leí mi cuento en el curso, me he dado cuenta de que esto de darme un tiempo para escribir sobre eso me ayuda a despejarme y aclarar las ideas que debo expresar; tanto así que he olvidado casi absolutamente todo lo que sucedió y lo que quería decir al respecto ¬¬ Pero así soy yo, y como ya a lo largo del post me lamentaré suficiente por mi falta de talento, no le añadiré lamentos sobre mi falta de memoria. Y, sin duda, las cosas importantes son las que recordaré, ¿no?

En fin, el texto que presenté es una historia que originalmente quería escribir como un monólogo para teatro, pero como para eso soy incluso más fracasada que para la narrativa convencional, terminé escribiéndolo como un cuento, con enormes vericuetos reflexivos que son imposibles de representar por ninguna actriz y que terminó siendo más bien una especie de planteamiento pseudo filosófico sobre el sentido de la vida. Aquí se puede partir para el punto número uno de mi error como intento de escritora:

Mi texto se constituía básicamente en una reflexión sobre la vida. Sí, por amplio que suene. En fin, es un cuento que para mí habla sobre el hecho mismo de la vida y sobre esta como un tránsito independiente de las atribuciones e interpretaciones humanas sobre ella y sobre lo que ocurre después de ella. Por supuesto que yo no comienzo a escribir nada con esas ambiciones y grandilocuencias en mi cabeza, simplemente parto de algo tonto y simple como "qué ladilla hacer un testamento" o qué sé yo, y luego yo misma engrandezco mis ideas tildándolas de profundas y reflexivas. Porque eso sí, puede que yo no escriba muy bien, pero si no hay pruebas (léase, los productos mismos de mi afán de escribir), puedo fácilmente convencerlos de que lo hago perfectamente bien (sobre mis habilidades para montar parapetos argumentativos, y dotar de verosimilitud a las falacias más obvias, hablaré en otro post).

El punto es que toda la reflexión de mi personaje gira en torno a la vida y su sentido, y sobre si realmente esta ha de tener un sentido, más allá de ser un hecho que ocurre y transcurre; y muy poco, casi nada, sobre la muerte. Irónica, o necesariamente, el personaje que a mí me hablaba sobre esto era un personaje al borde de la muerte. Es decir, escribiendo, sentí la necesidad (quizá simplemente porque no se me ocurrió algo mejor) de que el personaje se enfrentara a la posibilidad de su propia muerte para así disparar una evaluación de su propia vida. Y, así, todos los lectores del texto de forma inmediata asumieron que mi historia se trataba sobre la muerte, que mi pretensión era reflexionar sobre la muerte y sobre los sentimientos de una persona en su lecho de muerte. Y para mí la muerte era sólo una excusa; pero claro, como bien dice Milagros Socorro, yo no puedo ir de puerta en puerta y llegarle a cada lector y sentarme con él a explicarle: Señor, fíjese, mi novela que está leyendo, esa que usted tiene en su mesita de noche, sí, esa, se trata de esta y esta cosa y tiene este y este significado y usted debe interpretarla de esta y esta forma.

Entonces, pues, ahí está el problema de fondo de mi escrito, aunque considero que es irresoluble, por el momento. Ahora podría ponerme a disertar largamente acerca de literatura y hacer un análisis del (poco) valor de mi texto como cuento y como ensayo, pero no lo haré, porque ustedes merecen algo mejor y porque yo merezco no tener un blog aún más aburrido, entonces me quedaré con el interesante dilema de: matar a mi personaje (sacándolo de la circunstancia que lo hace quien es), o matar mi idea (cediendo en que es un texto que habla sobre la muerte); y como todos sabemos, soy una sensiblera con tendencia a desarrollar amor desmedido por todo lo que es imperfecto y no vale la pena, así que mi personaje vivirá, al menos hasta que yo madure. Y está bien, es un texto sobre la muerte :)

Pasando al tema del personaje principal, se trata de una mujer en sus cuarentas, con una enfermedad terminal que la tiene postrada en cama y que en cualquier momento podría llevársela. Se le presenta, entonces, el escenario de hacer un testamento, que es el disparador de su reflexión y evaluación de su propia vida. La crítica de algunas personas (incluida Milagros) fue que el personaje no era creíble como persona de cuarenta años. Claro, yo tengo venticuatro y poca imaginación. Entiendo plenamente el problema, mas no cómo solucionarlo, así que en muchos sentidos creo que es cuestión de que el texto y el mismo personaje maduren en mí.

La otra crítica, que salió de Milagros y que es, quizá, la única con la que no estuve de acuerdo (cosa que no pude expresar, con toda razón, pues es la dinámica de la clase), es que le faltaba más sucio al texto. Es decir, que estaba muy limpio, jajajaja xD (no, en serio, lo expresó así, literalmente :P). Significa que ella sintió que el texto tenía poca referencia sensorial al hecho de la enfermedad, de la postración en cama, del olor a medicamentos, del desahucio, de la casi miseria que es convivir con una enfermedad terminal. Lo comprendo perfectamente, pero aquí ya es caer en el tema del gusto y el estilo. Es decir, acepto y respeto plenamente que no le guste y que, efectivamente, le haya hecho falta más de aquello, pero -y con el riesgo de sonar arrogante- no lo consideraré un error. La omisión de las descripciones más acusadas sobre el ambiente, las sensaciones o los detalles relativos a la enfermedad no es producto tanto de la ignorancia (igual, el aparato que tengo en la cabeza me ayuda a recordar cómo es una clínica, cuando necesito acordarme de ello) o de una falta de arrebato, del personaje y sus circunstancias, en mí cuando escribía. Es una decisión estética y que, además, pretendía justamente ser cónsona con ese planteamiento original de la muerte y su presencia latente como una mera excusa para hablar sobre la vida. Una visión casi platónica de la vida que, naturalmente, poco sabe de sondas, de suero, de vómito y de olor a lo que sea; al menos en mi visión estética y estilística, en el caso de este relato en particular. Por otro lado, pensándolo ahora, me es claro que, dado que el texto está escrito en primera persona, estas alusiones arriesgarían con convertir la narración en un derroche de autocompasión; y el personaje dicta lo contrario.

Pasando a la nota feliz, a pesar de estas críticas, el texto fue muy bien recibido, sobre todo por ser fácil de leer y porque en opinión de algunas personas mantuvo su atención de principio a fin. Obviamente me enorgullece decir que la redacción y la ortografía fueron evaluadas como perfectas, pero eso se le agradece a Andrés Bello, a mi mamá y al chip que tengo fundido en la cabeza y que me produce una enferma manía de escribir, si no bien, correctamente. Desvivirme por el idioma castellano es producto de una bien ponderada mezcla de locura y amor por este, y así, la discusión de mi cuento se centró meramente en el contenido.

Y el que fue, obviamente, el mejor -pero más amenazante- de todos los comentarios, fue el de Milagros, al decir que tras leer el texto había decidido que debía ser más exigente conmigo. Algo así. El punto es que me pidió que me volviera a apuntar para leer el semestre próximo. El problema es que, como octubre ya está aquí, ya es el semestre próximo. Y me siento como invitada a una fiesta para la cual no tengo vestido que ponerme.

Está de más decir que la experiencia de escuchar a todo un salón de clase opinar sobre lo que escribí, sin yo poder decir una palabra para explicar o justificarme, fue increíble. Era casi como poder leerle el pensamiento a la gente. A pesar de que me fue mejor de lo que esperaba, aprendí muchísimo (lo digo como si sólo de los desastres y los insultos se aprendiera, pero ustedes entienden lo que quiero decir). Y también me da un poco más de miedo leer nuevamente, aunque tengo un poco más de confianza en mí, en que no voy a tener un ataque de epilepsia en pleno salón de clase y en que no provocaré ataques de epilepsia en mis lectores con mi mediocridad.

Para leer el texto, tal cual lo presenté en clase, puede hacer click acá. Para leer el texto con las correcciones que he ido haciéndole poco a poco, cómprese una máquina del tiempo y viaje a algún momento, años de terapia de aquí, en que yo haya logrado publicar mi primer libro.


PD: Como demostración de que, oficialmente, soy la persona más inconstante del mundo, ya, a estas alturas, he abandonado el Twitter.

lorena domingo, 11 de octubre de 2009

Yo, siempre caracterizándome por mis perogrulladas. Pero sí, efectivamente, ha llegado octubre, y con eso entramos en el último trimestre de este año, para darnos cuenta de que en realidad este año ya se fue, y así concluimos que es un año más en el cual Lorena no hizo absolutamente nada productivo, YAY!

Okey, esto es mentira, quizá realmente ha sido uno de los años más productivos que he tenido, al menos tomando en cuenta que nadie me estaba apuntando con un arma y pude haber terminado de pasar el año sintiéndome miserable en un sofá. Pero NOOOO. Soy oficialmente lo que llaman una persona con proyectos. Claro, todo será mejor cuando sea una persona con Proyectos Realizados, pero digamos que tengo proyectos en curso y, a pesar de lo angustioso que pueda ser que la vida de uno sea una especie de cuenta regresiva (ya habiendo superando la etapa del simple tiempo en espera), es bueno tener decisiones tomadas, decisiones firmes y claras, y un plan trazado de cómo llevarlas a cabo. Y comenzar a caminar ese plan, claro.

Sí, probablemente estoy escribiendo aquí cualquier cosa -cualquier cosa literalmente- porque el martes pasado reiniciaron las clases del curso y me sentí culpable por abandonar esta cosa. Ahora, no por eso tengo que venir a convertirlo en un diario cursi donde río y lloro por tener o no planes. Muy mal, Lorena, muy mal. Lloraré entonces porque quizá el único proyecto de mi vida que no está claro en este momento es qué demonios presentaré en el curso ahora. Seh, seh, ya sé que jamás di los comentarios de lo que sucedió con el texto anterior (lo haré más tarde, LO PROMETO), el punto es que tengo que volver a pasar y de las tres cosas que estoy escribiendo en este momento, tengo pánico de mostrar ninguna. Eso que tengo yo que se parece a la vocación literaria pero que realmente no lo es... bueno, esa cosa que me impulsa a escribir es como una casa, grande, sí, llena de cuartos muy desordenados. Eso. Cada cosa que escribo es un cuarto que está vuelto un desastre, tal cual como el mío. Y a uno no le gusta que la gente pase a su cuarto cuando está desordenado, pues.

Así, tengo que comprometerme y ordenar alguno de ellos, para invitar a mis compañeros de curso a pasar. Porque no puedo venirme en justificaciones o en "disculpa que el cuarto esté así", sino que debo presentarlo lo más inmaculado posible, al menos en mis términos. Pero, claro, si yo creyera que pudiera lograr algo inmaculado, no sentiría la angustia que me mueve a escribir.

Y no estaría convirtiendo mi blog en una especie de diario personal bien aburrido.

El punto es que tendré que decirle a esa gente bien limpiecita, que habita esa casa grande, que ordenen. Y eso implica que tengo que hacer tiempo para ello. Y eso significa que, dolorosamente, tendré que dejar de leer. Porque el mejor remedio para distraerse de la estúpida necesidad de escribir, es ponerse a leer cosas que valen la pena.

Octubre está aquí :)