lorena lunes, 17 de mayo de 2010

Esto de cambiarle el diseño al blog es como ordenar mi cuarto, sólo que ordenar mi cuarto es más sencillo.

Cabe acotar que mi cuarto es actualmente una zona de guerra entre la acumulación de elementos de diversa naturaleza que parecen avanzar valiosos centímetros de mi espacio personal cada segundo, y mi paz mental, además de mi salud. El polvo y mi capacidad pulmonar son enemigos naturales. Además, cuando tienes que esquivar cosas en el piso al caminar en tu propio cuarto, algo anda mal. Sí, yo lo sé. No soy tan inconsciente. Que incluso así pueda convivir con el desastre es otro asunto (y otro capítulo del libro de psiquiatría). El punto es que así como no se puede estar bien en un cuarto desordenado, no se puede escribir bien en un blog desarreglado.

Así, me pareció importante que, en mi proceso de rescatar este blog del abandono, como quien rescata un perrito en la calle, dejara de hacerme la vista gorda ante ciertos problemas del diseño anterior y pues, dado que no los supe resolver, resolví acudir a ayuda profesional, y me bajé un template nuevo y ahora el blog es otra cosa que no me convence demasiado, pero al menos no me sangran los ojos de ver el título repetido gracias a mi brutalidad. E igual después de dos años le hacía falta cirugía. Ya cuando tenga paciencia, tiempo y energía espiritual, me dedicaré a diseñar algo menos profesional y moderno y bonito, pero más parecido a mí (no quise decir amateur, anticuado y feo, sino más... personal).

Lo que no soporto es la fuente de los posts. Es ilegible. De pana, el diseñador fue y se preguntó "¿qué color de letra será la menos contrastante con este color de fondo?", y luego se dijo "¿cuál es el tamaño de letra más pequeño que puedo poner?" Sí, admito que fue un poco de brutalidad de mi parte no darme cuenta de eso en el momento de escoger el template, pero me deslumbré con los colorcitos. Lo siento. Soy niña y las cosas brillantes y coloridas distraen mi atención.

El punto es que no logro cambiar ni el color ni el tipo ni el tamaño de la fuente. Crap. Yo servía para estas cosas en 1998, cuando si sabías algo de HTML eras The Ultimate Web Designer Ever. Luego las cosas comenzaron a avanzar muy rápido y yo para variar me aburrí a los dos meses y más nunca aprendí nada, porque odio aprender.

Nah, mentira. Eso lo dije sólo por resentimiento. Claro que me gusta aprender.

...

*silencio incómodo*

Dios, qué mala idea cambiar el template.
Mejor me voy a ordenar mi cuarto.

lorena domingo, 16 de mayo de 2010

Hoy acabo de darme cuenta de que este blog tiene tres años. Con sus altas y bajas, con sus cambios impensados de objetivo y de estilo, con sus épocas prolíficas o de abandono, casi siempre en sincronía con desafortunadas temporadas laborales, o depresiones producto del desempleo.

Whatever.

Mucha gente dice que "no puede escribir cuando está feliz". A mí no me pasa eso. Quiero decir, sí, quizá las cosas más profundas/intimistas/interesantes que pueda haber escrito alguna vez nacieron a partir de sentirme mal respecto a algo. Precisamente mucha gente sólo escribe cuando está deprimida y se bloquea en períodos estables. En mi caso no es exactamente así. Justamente este blog nació en una de las etapas más felices de mi vida (o al menos una que ahora recuerdo como tal), y cuando no he escrito, ha sido justamente por falta de ánimo para hacer cualquier cosa en la vida. Aunque, claro, también tiene mucho que ver con mi "propuesta" en este blog, mi firme propósito de no convertirlo en un depósito de malos pensamientos y prosa poética deprimente, cosa a la cual tuve cierta tendencia en otra época. No considero que tenga nada de malo, simplemente yo no quise hacerlo más.

Ahora, creo que el actual "abandono" se debe un poco a eso, yo más bien no puedo escribir cuando estoy triste. Cuando estoy realmente triste. No cuando estoy fervientemente triste, en pico de tristeza, sino cuando estoy incluso acostumbrándome a la tristeza.

Soy una de las personas más felices que conozco. Por eso no es fácil para mí admitir esto, pero estoy triste. Llevo meses triste. Y por eso no he querido escribir, no he podido escribir aquí. No es que sienta que es en vano, no es por ninguna razón que vaya más allá de mi propio desaliento, de mi propia mente en blanco -o nublada por la desesperanza-, o el simple hecho de que no me provoca entrar acá. No tengo ni siquiera ese impulso de escribir que luego se queda en un cursor titilante sobre una pantalla blanca. No es nada.

Estoy obsesionada con mi país, como una mujer queda obsesionada con un mal ex-novio. Lo odia, pero no puede dejar de pensar en él, no deja ir el dolor que le hizo sentir, no lo supera.

Venezuela me tiene condenadamente triste. No sé qué es lo que tengo que hacer para mejorar las cosas. Soy una más de tantos venezolanos que sabemos que las cosas están mal, pero no tenemos ni la más remota idea de dónde comenzar a solucionarlo. En realidad, soy una más de los venezolanos que no tenemos esperanza. Y, lo siento, nadie puede forzarme a tener esperanza. Ningún slogan político o grupo de Facebook me devolverá lo que absolutamente todo el entorno me ha quitado en los últimos años. Un cliché como "la esperanza es lo último que se pierde" no cambia el hecho de que desde que pude tener conciencia política, ese "ser político" mío se desarrolló en un absoluto desastre, donde todos los cánones y parámetros se rigen por la ambigüedad, la arbitrariedad. Es como decir "el tiempo todo lo cura" a una persona que acaba de perder a un ser querido. Sí, gracias por un buen trozo de sabiduría popular, pero no me siento ni un poquito mejor. Respeto absolutamente a los patriotas, los luchadores, o simplemente los que, sin denominación, continúan acá haciendo lo mejor que pueden en la medida de sus posibilidades, les respeto su esperanza e incluso se las admiro. Pero no la comparto, y mi falta de esperanza es igualmente respetable.

Tiene que ver con otro cliché que sí aplica: "Hierba mala nunca muere". Más allá de la política, el tema en Venezuela es la mediocridad. El presidente es sólo la exacerbación de este problema pre-existente, que nunca acaba y sólo parece extenderse como fuego en pólvora. Claro, es el colmo que una sociedad escoja al peor de sus especímenes para que los gobierne. En teoría, una sociedad escoge al más preparado, al más capacitado, o al menos al que dé menos vergüenza. Pero, al final de cuentas, el hecho de que este hombre esté ahí se vuelve simplemente la mosca fastidiosa que sobrevuela la mesa llena de platos sucios y comida podrida.

Este es el país en que si un viernes cae quince o último, es IMPOSIBLE movilizarse porque todo el mundo está en la calle invirtiendo su quincena en ron, whisky y entradas a discotecas. La ciudad se paraliza porque hay que ir a rumbear. Y no que rumbear tenga nada de malo, pero es absolutamente irónico que haya tanta queja por el precio de los alimentos (queja admisible, cualquier cosa se ha vuelto incomprable en este país), y cada quince días lo que se llenan son los centros comerciales, los locales nocturnos y los expendios de licor más que los automercados.

La generación de relevo de este país es terrible. Lo siento, pero es verdad. No hablo de mis compañeros de clase (o, al menos, no de todos ellos), no hablo de la gente que aunque no pueda acceder a la educación formal, intenta formarse de alguna forma y hacer de sí mismo un engranaje útil en la medida de sus posibilidades, no hablo del señor que dice "buenos días" y te atiende de buena gana al ofrecerte un servicio. No puedo hablar de ellos porque, aunque sí existen, son una ínfima minoría en un océano de personas que conducen sus camionetotas como degenerados, que te tratan como un coleto cuando se supone que ellos son los interesados en que les compres en su panadería/kiosko/etc, que tienen a sus padres y abuelos pariendo unas mensualidades de más de un millón de bolívares en la universidad para venir a resolver los trabajos con un copypaste balurdo y copiarse en los exámenes de análisis y opinión porque "ahora me da ladilla pensar". No hablo del técnico que se para a las 4 de la mañana y a las 6am está donde tiene que estar para matarse en una jornada mal pagada de 10 horas de rodaje -si no hay horas extra-, que cumple con una sonrisa en la cara porque es su trabajo y gracias a Dios tiene trabajo; sino del director que se mete 25 palos por comercial, que llega tarde y que cree que su trabajo consiste en "hacer las cosas como a él le dé la gana porque por eso lo contrataron a él", o algunos miembros del equipo que pasan toda la semana, no pensando en cómo solucionar los problemas en el set, sino en quién va a comprar la caña para la rumba de fin de rodaje y a qué "culos" van a invitar. Los padres que aceptan que los regalos para sus hijas quinceañeras ahora son implantes mamarios porque -supongo yo- viajar a Europa pasó de moda porque ya es muy vieja. El malandro que cuando ve que su víctima le cede de buena gana su billetera y las llaves del carro, opta por matarle a su hijo en el asiento del copiloto "porque le quiere quitar algo que sí le duela".

Yo no puedo solucionar eso. Quizá alguien pueda. Quizá alguien, aunque no pueda, tenga la esperanza de poder. Lo felicito. Lo admiro, incluso. Pero yo no soy tan maravillosa. A duras penas consigo la forma de hacer ciertas cosas con mi vida que considero que valen la pena; no tengo ni remotamente lo que se requiere para arreglar ni un ápice de este país. No tengo el talento, mucho menos la entereza mental y espiritual.

Por eso me voy.

No le debo nada a este país. Y no me duele decirlo. Quizá mis padres, mi abuelo, sin duda, que vino desde Italia después de la guerra y encontró aquí un hogar. Pero -y esto sí me duele decirlo- ese país ya no existe. La Venezuela que formó a mis padres, y a toda una camada de gente que quería hacer las cosas bien, se desvaneció.

Yo no soy un gran ejemplar de persona, pero me gustan las cosas bien hechas, siempre. Quiero estar en un lugar en donde sepa que, si no lo logro, es porque no estoy dando lo mejor de mí, o de plano no sirvo para ello, pero que no se trate de que, simplemente, las condiciones no están dadas, o están siempre en contra. No quiero estar en un sitio en que, aunque siempre dé lo mejor de mí, sé que nunca voy a lograr nada.

A Venezuela no le debo nada, y por eso yo no quiero, ni puedo, inmolarme por este país. Menos si siento que no servirá de nada. Lo único que debo, a mis padres, a mis familiares, a mis profesores, a mis amigos, a todo el que me ha querido o me ha enseñado algo, y sobre todo a mí misma, es intentar ser feliz. No estoy diciendo que con seguridad lo encontraré en otro lugar, pero ya tengo la certeza de que quedarme acá sería estar buscando en el lugar equivocado.

lorena viernes, 14 de mayo de 2010


"...tus tributos son invertidos en: SALUD y SEGURIDAD SOCIAL",
"¡Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos!"


¿Patria y Socialismo, o Muerte, son realmente opciones excluyentes? ¿O se han convertido en un combo indisoluble de elementos inherentes? Quizá así fue desde un principio, al menos para estos dos niños, que no tendrán más de siete años. No han conocido otra cosa, por tanto.
Uno diría que a esa edad "Vida" tendría que existir, al menos, como una opción.

[Foto tomada en Caracas, Venezuela, en Marzo 2010.]