lorena lunes, 22 de junio de 2009

El dolor no es, no será nunca
más fuerte que la vida
que me enseñaste a vivir...
como hemos llegado a mostrarlo
en esta aventura que toca aquí su término
pero que sigue, sigue para siempre
en nuestra autopista...
(Los autonautas de la cosmopista, 1983)


Y así, un día en París hace como dos semanas, conocí por fin a Julio, y Julio me conoció a mí.
Me dio alegría ver que, como en la leyenda, efectivamente le dejan en la tumba rayuelas pintadas en hojas de papel.
Me dio tristeza ver que, en la realidad, él había existido, y ya no estaba más.
Siempre lo creí un cronopio, no porque todo el mundo lo dijera, sino por ser algo bello y fantástico, que no era de verdad.
Pero los cronopios pueden ser de verdad, como Julio quería, aunque ello lo llevara a descubrir que no era nada.

Espero que las notas de amor y agradecimiento de todos los que los hemos visitado -porque Carol descansa con él- le recuerden que dista de ser nada, sino más bien le debemos mucho, por ser y por darnos tanto.

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