lorena domingo, 26 de abril de 2009

Ayer descubrí que mi amor por mi perro es realmente incondicional. Suena cursi y estúpido, pero mi atribución de importancia a este descubrimiento es absolutamente honesta. Ha sido para mí casi una revelación.

Para comenzar, debo acotar que mi perro (Dan) no es mi perro, sino el perro de mi abuela, y nos visita los fines de semana (mi abuela, y también el perro [Dan]). Pero en realidad es como el perro de la familia, aunque viva con mi abuela. También, es hecho conocido el que mi perro (Dan) y yo tenemos una relación muy estrecha que se fundamenta en el hecho de que él es bonito y yo le dejo lamerme la cara. Ambos y todos supusimos que en esos dos puntos se basaba nuestro amor recíproco. Yo defiendo de las tijeras y las rasuradoras su linda pelambre, y él... bueno, él me lame la cara cada vez que puede y ya.

Mi perro (Dan), tiene varios sobrenombres (porque rara vez llamo por su nombre ninguna de las cosas/personas que realmente quiero), entre los cuales destacan "gato", "danpo", "poto", "poti", "coso" y demás estupideces propias del sistema mononeuronal en que se ejecuta mi cerebro cuando tengo algo cuchi cerca (aplica para los bebés y todos los animales chiquitos en general). Pero el que más viene a colación en esta ocasión es el apodo de "oveja", muy bien colocado, debo decir, puesto que honestamente mi perro parece más eso, o una nube, o una bañera llena de espuma, o en general cualquier cosa blanca, esponjosa y medio amorfa. Amo a mi oveja con desriz, debo decir. Y eso implicaba que ante cualquier insinuación de que era hora de “peluquearlo” salía yo cual madre superiora a defender la castidad del pelo de mi Daniel Armando (y su original estética ovejuna que lo diferencia de todos los poodles con permanente de esta ciudad).

El viernes, noto una extraña tensión en el ambiente. Me sorprende, además, la presencia de mi abuela en mi casa una mañana de entre semana. La noticia, con aquella gravedad: a Dan (mi perro) tuvieron que cortarle el pelo. Yo, obviamente, me molesté un poco; pero como estaba conciente de que mi molestia era absolutamente irracional, simplemente acepté resignada. ¿Qué se le va a hacer? Luego, la larga e innecesaria explicación (o al menos innecesario el tono de excusa) acerca de los nudos en el pelo y las enfermedades, y blah. Me tuve que ir a la oficina sin poder quedarme y esperar que mi perro (Dan) regresara de la tienda de mascotas con dos kilos menos de pelo encima (y yo me fui con dos kilos de prejuicio más).

El día sábado, debo buscarlo para llevarlo al veterinario porque tiene otitis. Llego a casa de mi abuela con un poco de susto, porque ya me habían advertido: "Dan (mi perro) parece un ratón". Sí, es otro perro, mi perro ya no es nada sin su pelo, todo su charm desapareció, bueeeeh, qué se le va a hacer, pobrecito, ya le crecerá y lo volveremos a querer. Estoy preparada, además, para verlo decaído, porque según mi abuela desde la noche anterior estaba como nervioso, sin dormir ni comer ni jugar, aparentemente extrañando la pelambre (y obviamente con la molestia en el oído por la cual lo llevábamos al veterinario).

Cuando lo vi, confirmé que efectivamente parece un ratón. O un chihuahua. O una salchicha. O cualquier cosa flaca y alargada (Saúl). Si alguien creyó que mi perro/oveja era obeso (porque efectivamente era redondo), pues le informo que todo era efecto visual de los pelos de seis centrímetros. Dan es puro hueso. Bueno, y músculo y sangre y tal; pero está absolutamente en la línea. Claro, la hiperactividad y el ser una ladilla sin descanso lo tienen así. Y sigue siendo igual de adorable como es siempre :) Comprobé que no quiero a mi perro (Dan) por sólo el placer visual de verlo con sus millones de pelos ondeando (sí, ONDEANDO) al viento cuando corre, o porque se ve tierno e indescifrable bajo esa cobija blanca y enmarañada. Y es que con la personalidad atorrante que tiene, lo malcriado que es, por no hablar de lo regalado y facilista, incluso flojo que es a veces, uno piensa: al menos tiene el pelo bonito.

Y ahora, siendo una oveja trasquilada, sigo pensando que es una preciosura y sigo volviéndome aun más tarada de lo que soy normalmente cuando lo tengo cerca y me alegra que sea tan juguetón y cariñoso e incapaz de quedarse quieto un segundo, aunque me llene de baba (y se haga pipí en el piso de mi baño por alguna razón que no comprendo). Y lo amo, sea una oveja, un ratón o una serpiente -o quizá, algún día, un perro normal y corriente (si supera tanta esquizofrenia zoológica)-. :)


Sí, sé que Milagros Socorro espera que escriba algo más inteligente que esto, pero poco a poco... No se le pida peras al olmo.

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La tira cómica en el encabezado pertenece al cómic Count your sheep, no estoy segura si lo había linkeado antes en el blog, pero por si acaso...

3 comentarios:

Qnp dijo...

Y como ayer estuvo de cumpleaños, le mando un pisotón y un halón de pescuezo. Jajajaja! Mentira! (Aunque ahora sería más fácil, y con cero sentimiento de culpa por tratarse -ahora- de un rabipelado).

Saludos a la ex-oveja... qué bueno que aún lo sigues queriendo a pesar del cambio de look (ojalà asì fuera tambièn con 'todos los seres vivientes, incluidos los seres humanos' [Sic])!

¡Y que se mejore pronto! Aún tiene mérito de ser tu única mascota con todas sus extremidades y demàs partes del cuerpo completas. Jajajaja, TE QUIERO!!!!!

Anónimo dijo...

jajaja tenia tiempo sin entrar! que fino que volviste! me encanto el post de farmatodo y el de Daniel. Ese toque surreal fantastico de realismo magico tuyo siempre me hace sonreir.

Besos

Unknown dijo...

Qué bueno que Dan está en la línea. Me preocupaba que la abuelita lo estuviera sobre-alimentando y sub-ejercitando.
Por otra parte, en este post donde dice "Saúl", léase "Saúl en su etapa pre-gordo".