lorena sábado, 29 de marzo de 2008

Estaba en el medio de un post de esos míos bastante quejumbrosos acerca de cómo hay que esperar tanto freaking tiempo para hacer cualquier cosa en este freaking país (comentarios avalados por la atrofia de mi paciencia no-utilizada en Japón pues no era necesaria), pero a la mitad se quedó cuando no estuve más en casa, y cuando me di cuenta de que la incompetencia está lejos de ser uno de los problemas más graves de este país, o mejor dicho, el problema grave es que yo me esté preocupando por mi paciencia y porque llego tarde a ver Pequeños Gigantes por estar haciendo cola en una mercería, en vez de preocuparme por lo que de verdad es importante.

Hoy encontré un niño feliz.

Esta noche manejaba por La Castellana, entre El León y McDonald's, atrapada para variar en una de las trampitas de tráfico ambientada por unas sirenas que jamás entendí. Me llevo el susto de la vida cuando volteo y hay una carita morena asomada a mi ventana, le hago señas de que no tengo plata (normalmente miento, pero en verdad sólo tengo un billete de 20Bs. ... y yenes), pero él insiste. Llega su hermanito, lo que sea, también me pide desde lejitos, le repito lo mismo (igual no le iba a dar, aunque hubiera tenido, porque si soy una niña sola manejando por Caracas al menos soy una niña sola que no baja el vidrio), y el chiquito camina al lado mío mientras la cola avanza lentamente y el otro le dice "déjala que no tiene". Sí, yo todavía le repito (cada vez acentuando más la cara de "discúlpame"), y él me sigue pidiendo con una sonrisa y finalmente me dice "para la caja de cigarros", con mímica de gran fumador y todo. A mí se me sale el tía abuela y le digo "ay, no, ¿tan chiquito y ya fumando?" y él asiente con la cabeza, y sobre todo con esa sonrisa pícara que aún no sé si era orgullo o más bien "pobre chama, no se entera... como si fumar fuera lo peor de lo que hago".

Asumo de plano que el chamín sin duda ha pasado por más de lo que yo y todo el que lee este blog hemos pasado juntos.

Hasta se despidió de mí con la mano mientras yo ya avanzaba en la vía, alejándome de él y de todo el zaperoco y yendo una vez más a alienarme en la vida de persona que lo tiene todo, la cara enchumbada en agüita salada, quizá porque estoy hipersensible estos días, y qué pensamiento tan atroz el de tener que estar hipersensible para que el propio país en que uno vive lo toque así.

Hoy encontré un niño feliz, y me sentí miserable por que esa vida (infra vida, lo que sea que él tiene), lo haga mostrarse ufano, resignado, quizá sardónico, sin tener edad para entender qué significan ninguna de esas palabras.

La infancia se nos está muriendo. Un niño no es un niño por no haberse convertido en púber.

Mi preocupación quizá tiene una fecha de vencimiento tan próxima como el mismo encuentro. Lo bueno (es decir, lo realmente devastador) es que es un episodio destinado a repetirse muchas veces, en muchos sitios distintos, y cada vez más en las zonitas privilegiadas que la gente dizque bonita ha acaparado. El recordatorio de dónde estamos parados lo tenemos ahí, todo el tiempo. No necesitamos construir ciudades sobre cementerios indios para vivir en calles pobladas de fantasmas.

2 comentarios:

Tikki, The Unholy One dijo...

No sé como será por allá, pero acá los padres inescrupulosos usan a los hijos para pedir limosna y luego se la quedan para reventársela en trago o drogas. Al menos te recuerdan que la desigualdad existe, y todavía te duele saberlo. Por acá hay gente que ni se inmuta con el dolor ajeno =S.

Lore dijo...

Mi lore bella, favorita y hermosísima... te quiero MUCHO!!! no he tenido tiempo de demostrarte mi amor profundo, pero él está allí... sólo quería recordártelo... Un abrazo!!!