lorena domingo, 29 de julio de 2007

Las velas son emblemáticas en Teatro UCAB, se supone que cuando entras al grupo prendes una (generalmente sucede en el círculo de tu primera función, aunque para mí sucedió al final de segundo año); y en el último círculo de cada año, los que se gradúan apagan su vela al decir su nombre. Escribí unos días después de que ocurrió, no sé por qué no quise publicarlo entonces. Es fuuuuull cursi, by the way :P


El jueves fue la primera despedida. Llevo como un año despidiéndome... añorando porque sé que la despedida viene; y en el círculo de la última función de Antígona (mi última función en TUCAB como estudiante) me sorprendieron de repente entregándome una vela. No me lo esperaba. Era lógico que ese era el momento, pero yo no había pensado en ello. Y, siendo como soy, dos segundos después, ya parecía que tuviera una hora llorando.

El momento pudo haber sido incómodo, porque la situación está tensa gracias a mi torpeza para manejarme con las figuras de autoridad. Pudo haber sido incómodo por el olvido de que yo también estoy por graduarme. Pero a pesar de esa posibilidad, y a pesar del llanto que en sí mismo es incómodo, a pesar de la tristeza, el momento fue bellísimo. No por el ritual, no por el día, no por nada más que la gente que estaba allí, rodeando un espacio vacío desbordado de energía. La energía tan particular que caracteriza a mi gente. Míos porque los Adoro, porque están en mí, y porque esa adoración que les tengo me hace quien soy en gran medida. No porque yo sea gran cosa, sino porque dice mucho de ellos su poder para definir a una persona.

Dije mi nombre y la voz se me quebró irremediablemente. Inmediatamente soplé mi vela -no sé con qué aire- sino con un gemido que no se decidía entre agradecimiento, tristeza, admiración, nostalgia o alivio. Sin duda, es un alivio haber llegado a ese momento, sobretodo porque en muchos sentidos lo estaba esperando. Nostalgia porque son cuatro años, bien balanceados en pérdidas y ganancias... La admiración para ese Maestro al que en realidad nada puede quitarle sus méritos; para quienes nacieron y crecieron conmigo y hoy son grandes en todo sentido; y para los más nuevos, que lo único que los hace tales es un factor tan etéreo como el tiempo, porque estuvieron totalmente a la altura.

El agradecimiento es demasiado como para abarcarlo acá. Con todas sus cosas, Teatro UCAB es el lugar al que más siento que pertenezco, y eso no lo debo a nadie más que a ellos (a ustedes, si alguno está leyendo esto). Mis compañeros, mis amigos, mis hermanos, mis iguales.

En el grupo te inculcan desde "pequeño" el valor de la palabra. Yo aprendí el jueves que un abrazo y una lágrima valen muchísimo más. Nadie sabe cómo necesitaba darme cuenta de eso. TUCAB, más que una escuela, es el lugar que uno ama. Es el lugar que reúne a la gente que uno ama. Esa virtud, la de reunir a tanta gente maravillosa en un solo lugar, es la verdadera magia de este grupo de teatro.

Les estaré siempre agradecida por ese momento de verdadera cercanía que me regalaron. Por hacer de mi despedida la más triste de todas, por lo mucho que me duele dejarlos. Por hacerla la más feliz, por lo mucho que me encanta tenerlos en mi vida. Pero sobretodo, gracias por estos años. Por ser como son, por aceptarme como soy y hacerme mejor persona al regalarme la capacidad de amarlos aun más.

1 comentarios:

Lore dijo...

WOU.... después de un suspiro y con media lágrima en los extremos de mis ojos (en lo que parpadee, saldrá completa...) te digo: QUé hermoso escrito... De verdd que tienes muchísma razón... uno crece y vive allí muchísimas cosas y lo mejor de todo es que tú eliges vivirlas y compartirlas con quienes dejan su huella para SIEMPRE...
No quiero hacer un testamento y estoy a punto, porque estoy susceptible (con el tema, gracias a tu escrito)así que mejor lo dejamos hasta aquí, el caso es que la palabra nos dice lo que los abrazos nos explican...
Te quiero...
Reitero todo lo que escribí en mi comentario del post anterior...