lorena sábado, 26 de mayo de 2007

Yo no sé mucho sobre política, derecho, o sobre la mayoría de las cosas en la vida, la verdad. También yo he cometido un error básico al respecto: no tratar de informarme/aprender lo más posible. Soy una persona bastante apática con lo que escapa de mi entorno más inmediato. Quizá por ese interés bastante inútil que tengo por las individualidades, y esa brutalidad para la comprensión de los hechos en macro.

En fin, a pesar de toda ignorancia, inmadurez, o como quiera etiquetarse, naturalmente no deja de afectarme todo lo acontecido (y por acontecer, sobre todo) con el caso de RCTV. Y me afecta más como persona que como futura comunicadora. Sin desmerecer las implicaciones políticas/legales/etc. que pueda tener este acontecimiento, en este instante lo que más me consterna es habernos convertido en náufragos del destino: la sensación de estar a la deriva respecto a todo lo relacionado con el futuro. ¿Cuándo este país se convirtió en un océano de incertidumbre? ¿En qué momento se dejó de poder hacer planes?

No es que el asunto de la libertad de expresión no me competa, o preocupe... pero, de cierta forma, hay hechos, hay actores... hay parámetros y referentes -legales, históricos o de cualquier tipo- que lo constituyen en un fenómeno tangible. Pero la cuestión del desasosiego es un asunto casi íntimo. En mi muy humilde y personal postura, la violación a la libertad de expresión es un drama mayormente intelectual. Pero siento más como un drama personal el no poder plantearse metas certeras, el preguntarme si dará igual si mi tesis está lista en septiembre o no, el sinsentido en que se sumerge incluso la inmediatez. ¿Tendré clases el lunes?, ¿podré ver una obra de teatro en la noche?, ¿podré ir a hacer un trabajo el domingo?

No saber. Más que una ignorancia formal; un arrebato, quizá incluso una libertad falsa. La libertad en su sentido más amplio es, en mi opinión, el ser dueño del propio destino, lo cual implica tener la información necesaria para tomar las decisiones que se considere más convenientes. Aquí, naturalmente, entra el asunto de la libertad de información. Pero ser dueño del propio destino es también la seguridad, el no pisar en falso; porque a pesar de todo el conocimiento concreto que pueda estar a nuestra disposición, porque a pesar de que los medios libres aún existan, porque a pesar del chismorreo propio de una gente que dentro de su desorganización pretende y ha aprendido a gustar de estar informada; sentimos la amenaza constante, sentimos los nubarrones sobre nuestra cabeza, aunque quizá no los veamos.

Las certezas concretas se han acabado. Y para mí, en mi muy íntima opinión, el problema es aún más grave cuanto más chiquito se vuelve... cuanto más atenta contra el espíritu de las personas, contra el ánimo, contra la voluntad... cuando los problemas macro crean un clima en que florece la vacilación. Y es su contraparte, la decisión, el poder tomarla, y el poder de su acción, el núcleo de la libertad humana.

Aquí estamos, vacilando, nosotros que somos humanos;
concédenos ese cambio
y vacila con nosotros


Antígona, de Bertolt Brecht.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Recuerdo que ya para mi tercer año de la carrera (último del colegio para ti) cualquier plan o reunión de estudio estaba sujeto a cambios por marchas, disturbios o lo que fuera. Y por lo menos en mi caso no me lo tomaba a mal por la ingenua creencia de que eran cosas que conducirían al pronto fin del actual régimen.
También recuerdo que para esa época había siempre alguna fecha en el horizonte (elecciones, etc.) tras o cerca de la cual no se podía planear nada porque "seguramente iba a pasar algo".
Respecto a las universidades, a mi entender la Simón Bolívar como la conocemos puede dejar de existir tan pronto como Marzo del año que viene, así que en todo lo que tenga que ver con eso, opino que mientras más pronto mejor.